El comercio internacional ha
crecido en importancia para todas las naciones, sobre todo desde la segunda
mitad del siglo XX, y particularmente en el avance del siglo XXI. La mayoría de
los países anclan su modelo de desarrollo económico a partir de su
participación en el comercio mundial.
Pero la participación en el
comercio prevé grandes retos para todos los países, y su posición frente a él
no siempre ha sido armónica. Ante el creciente volumen de intercambio de
mercancías, la postura de los países para facilitar el intercambio ha variado y
responde principalmente a la posibilidad de generar ingresos externos en forma
de divisas, por un lado, y, la facilidad de acceder a bienes baratos que
satisfagan las necesidades internas, por el otro.
Esta relación entre ingresos y
egresos ha sido uno de los principales temas para los países en vías de
desarrollo ya que presentan poca flexibilidad en la oferta de productos y
servicios que pueden generar entradas externas en forma de divisas, y presentan
necesidades crecientes para cada una de sus poblaciones, de allí que le
tendencia moderna de los modelos de desarrollo apunten a la diversificación de
la producción nacional.
En el pasado, diversos modelos
han respondido a esta posición de equilibrio externo. Por ejemplo, el modelo de
sustitución de importaciones apostaba al ahorro de divisas que se generaba al
crear una industria que compitiera con el producto importado. En otras
ocasiones, la apertura comercial ofrecía la oportunidad de crear más producción nacional que permitiera ingresar a
los mercados internacionales y así generar una mayor entrada de recursos
externos.
Por otro lado, en épocas de
crisis, la necesidad de ahorro de
divisas se ha hecho presente en momentos como el de crisis de deuda externa
latinoamericana de los ochenta, forzando a los países a hacer uso de mecanismos
alternos de pagos (ALADI), debido fundamentalmente a la escasez de recursos que
facilitan el comercio internacional.
En la actualidad, en el país se
presenta una situación delicada en cuanto a su balance externo ya que, desde
hace por lo menos 6 años, se han implementado medidas de restricción en la
asignación de divisas que permitan un ahorro externo; en un escenario donde los
ingresos (originados fundamentalmente por la industria petrolera) no han
crecido, en contraposición con las necesidades crecientes de bienes importados,
(relativamente más baratos que la mercancía nacional). Dicha restricción la
evidenciamos en medidas como la reducción de licencias de importación de
carros, las de certificación de
“Producción Nacional Insuficiente” o de “No Producción Nacional”, y más
recientemente en la reducción de pagos y morosidad con proveedores externos en
áreas de alimentación turismo y medicinas entre otros.
En tiempos de crisis externas de
Balanza de Pagos, se hace una vez más presente la necesidad de ahorro de
divisas, y este ahorro debe observar el criterio de priorizar el gasto que se
le asigna a cada una de las divisas otorgadas. Uno de los principales criterios
que debe obedecer es la posibilidad de crear mayores capacidades en el futuro
de generar una producción nacional con capacidad de competir en el mercado
internacional, y apostar por la educación siempre ha sido una estrategia de
desarrollo plausible para muchas naciones. La reducción de recursos a los
investigadores de las universidades va en contrasentido a este criterio tan
importante para el progreso de la nación.
Luis Angarita
luisangarital@gmail.com
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