Como integrantes de la comunidad académica ucevista
queremos manifestar nuestro asombro ante la noticia del otorgamiento por el
Consejo Universitario del Doctorado honoris
causa a la rectora de la Universidad Central de Venezuela y nuestro
desacuerdo ante este hecho sin precedente.
En primer lugar porque resulta cuando menos incomprensible
que el máximo órgano de dirección institucional dé curso a un procedimiento destinado
a conferir tan alto reconocimiento precisamente
a quien lo preside.
Si además se llega a la conclusión, lo que
parece inevitable, de que el artículo 2° del Reglamento del Doctorado honoris causa, en el cual se define la calidad de los méritos que
debe poseer el candidato, ha sido
interpretado con conveniente laxitud, será en extremo difícil evitar la
impresión de que la voluntad de autoconferimiento
de la distinción ha desempeñado un papel decisivo en el resultado.
Cuando la sociedad venezolana se manifiesta en las
calles contra la violenta arbitrariedad y la adulación desmedida
características de los últimos tres lustros de la vida nacional, una decisión
como ésta en vez de contribuir a movilizar las convicciones sobre el valor de
la universidad como sede del pensamiento libre e independiente, favorece la
atmósfera de polarización y radicalismo destructivo imperante y deliberadamente
promovida.